01 Julio 2025
¿Cómo podemos conocer qué piensa una sociedad sin recurrir a encuestas tradicionales que requieren grandes muestras y una inversión considerable? El proyecto Social Probing, ya finalizado y coordinado por el investigador Antonio Fernández Anta desde IMDEA Networks, se ha desarrollado en colaboración con la UC3M, la UPM y la Universitat Jaume I con el objetivo de lograr precisamente eso: desarrollar herramientas escalables, económicas y respetuosas con la privacidad que permitan monitorizar a la sociedad de forma continua. Su propuesta: las encuestas indirectas.
Este tipo de encuestas no preguntan directamente a las personas por sus propias opiniones, sino por las de su entorno: “¿Cuántos de tus contactos votarían al partido X?” o “¿Cuántos han tenido síntomas de COVID-19?”. A partir de esas respuestas, el equipo puede estimar el comportamiento o situación real de la población.
Aunque las encuestas indirectas existen desde hace décadas, su uso ha sido muy limitado. Social Probing, financiado por el Ministerio de Ciencia, Innovación y Universidades, ha retomado esta metodología y la ha llevado más allá, aplicándola a contextos tan variados como el seguimiento de la pandemia de COVID-19, la estimación de intención de voto en distintas elecciones o el reparto de tareas domésticas entre hombres y mujeres, en colaboración con el Instituto de las Mujeres.
“Gracias a esta técnica, se ha logrado estimar con notable precisión la intención de voto en elecciones autonómicas (como las de Madrid o Valencia), nacionales y europeas. De hecho, en las elecciones generales en Madrid, la estimación del reparto de escaños acertó todos menos uno, usando apenas 200 participantes, frente a las muestras de miles de personas en encuestas tradicionales”, subraya Fernández Anta.
Las encuestas indirectas presentan varias ventajas frente a los sondeos tradicionales: requieren muestras más pequeñas, lo que reduce los costes, y preservan mejor la privacidad. “Preguntar por la intención de voto de los contactos del encuestado es menos intrusivo que preguntarle directamente a él”, explica Fernández Anta. Esto, además, aumenta la probabilidad de obtener respuestas honestas.
El equipo también ha detectado factores clave que influyen en la precisión de los resultados, como la edad del encuestado, que puede introducir sesgos difíciles de corregir. Para ello, han comenzado a estratificar las muestras por grupos de edad.
Entre los principales resultados se encuentran tanto los datos obtenidos como las herramientas desarrolladas para diseñar, desplegar y analizar encuestas indirectas. Este legado tecnológico y metodológico seguirá vivo más allá del proyecto: el equipo trabaja actualmente en una tesis doctoral sobre métodos robustos para procesar este tipo de encuestas y en la identificación de redes sociales adecuadas para su aplicación.
También están explorando nuevas áreas de aplicación, como la concienciación sobre el uso del agua en España, con nuevas encuestas ya en desarrollo.
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